martes, 18 de marzo de 2014

La historia de cómo llegó la escuela de la objetividad a nuestro país

LA PRENSA

BELTRÁN: UNA NEGRA LEYENDA

Por los años 50 Pedro Beltrán Espantoso político peruano, terrateniente, visitó los más importantes diarios de los Estados Unidos. Hablaba inglés con fluidez gracias a sus estudios de agronomía en una universidad de Oxford y así entró rápidamente en contacto con los empresarios de la gigantesca prensa norteamericana, ayudado también por su antiguo cargo de embajador en Washington durante el primer gobierno de Manuel Prado.

Disimulando su asombro, Beltrán recorrió calmosamente la enorme y bulliciosa redacción del New York Times y luego la del Miami Herald, en Florida. Allí mismo decidió introducir los adelantos de aquel periodismo en el diario que dirigía “La Prensa”.

El Vetusto diario de la calle Baquíjano, en pleno centro de Lima, había llegado a sus manos y las de sus amigos de la Sociedad Nacional Agraria luego de una complicada historia de acciones.

La Prensa fue fundada en septiembre de 1903 ya con el ánimo de competir con El Comercio y para que presentara los ideales del partido Demócrata. El diario de esa agrupación El País, había dejado de publicarse.

En 1905 se fusionaron La Prensa y El Tiempo y así, en 1907, competían ya tenazmente con El Comercio, era director entonces Alberto Ulloa cisneros, abuelo de Mauel Ulloa Elías el ex ministro de hacienda de régimen de Fernando Belaunde terry.

La historia de la Prensa se vuelve enrevesada a partir de ese momento. El presidente Leguía lo clausuró y reapareció “apócrifa” durante ocho años, sucediéndose varios personajes en el sillón principal de la redacción hasta que un desgraciado acontecimiento puso fin a la danza. En 1947 fue asesinado su director Antonio Graña Garland por dos miembros del partido aprista.

Pedro Beltrán fue nombrado director y se renovó su leyenda negra. Defensor acérrimo de la libre empresa, atacó con furia el control de cambios (tesis de El Comercio) y desplegó ardorosos ataques al comunismo.

Beltrán desde hacía mucho tiempo se había convertido en un personaje que simbolizaba lo oculto, lo secreto o  intrigante.

Beltrán tenía notables habilidades de organizador y esto le compensó en parte su incapacidad como político, fuera de los niveles de intriga y conciliábulos de cacique. Así se dio de lleno a la tarea de conformar una plana de periodistas jóvenes que llegaría a ser la mejor de la época.

El Comercio campeaba en las calles y acaparaba los avisos. La Prensa sólo recogía migajas. Beltrán conversó largamente con los profesionales norteamericanos y se animó a lanzarse a fondo a la aventura periodística que suponía transformar a fondo la estructura del diario. Envió a varios de sus jóvenes contratados a los Estados Unidos, editó manuales de estilo y repartió profusamente el libro “Introducción al Periodismo” de Bond. En fin, había descubierto la objetividad que llegó así al periodismo peruano con cincuenta años de retraso.

Esgrimiendo la bandera de las noticias objetivas Beltrán cambió efectivamente la imagen del diario. Renovó el diagramado y creó un sistema de incentivos basado en el tiraje. A más ejemplares mayores ingresos para sus periodistas nuevos, quienes llegaron a formar una élite dentro de la organización.

Este grupo conformado en su mayoría por estudiantes de derecho, compartió entusiastamente los puntos de vista de Beltrán, quién insistía: “la página editorial es mía, allí pongo lo que quiero. En el resto, en la información, debe primar la objetividad para enfocar las noticias”.

A diferencia de los Miró Quesada, Beltrán consintió y aún alentó la actividad de la flamante Federación de Periodistas (de donde saldrían varios presidentes) aunque sólo en el nivel de “círculo” y no en el sindical. Y en la prensa se constituyó un activo círculo de periodistas de donde saldrían varios presidentes de la FPP elegidos en su mayoría en unión con el APRA.

Entusiasmado por el éxito fulminante, Pedro Beltrán decidió editar un diario vespertino de corte sensacionalista al que llamó “Ultima Hora”.

Pocos años después La Prensa superaba largamente al diario de los Miró Quesada en técnica informativa, incluso tuvo que acceder a eliminar la primera página de pura publicidad y reemplazarla por noticias y titulares grandes. La revolución periodística de Beltrán había triunfado.

La objetividad que tanto se afanó en inculcar a sus periodistas también rindió sus frutos, sus redactores, los mejores entrenados del medio producían excelentes crónicas noticiosas pero es evidente que no podían desligarse del fantasma beltranista su objetividad se convirtió así en abierta posición parcial en el enfoque diario.

En la medida en que su diario elevó sus ventas y escaló posiciones dentro de los grupos de poder locales, Beltrán amplió su campo de acción político e intrigó ya abiertamente a favor de sus intereses.

En 1956, presuntamente ligado a un intento golpista fue encarcelado en la isla penal de El Frontón con la mayoría de sus periodistas. El diario fue clausurado aunque pronto reapareció con renovados bríos vendedores.

Siguió creciendo la leyenda, con dos poderosos instrumentos de difusión en su mano (Ultima Hora era un extraordinario ariete de opinión a nivel popular) Beltrán defendió encarnizadamente a la International Petroleum. Cuando fue nombrado ministro de Hacienda y premier por el presidente Prado decretó el alza de la gasolina facilitando sus diarios a la propaganda de la empresa norteamericana.

La prensa se convirtió así en el más reaccionario de los órganos de prensa del país y sin que Beltrán tuviera que hacer indicaciones precisas sus editorialistas habían sido ya mimetizados en anticomunistas a nivel patológico y veían complots totalitaristas debajo de cualquier intento de reivindicación de derechos nacionales.

Sin embargo, Beltrán fracasó en su último intento de vertebrar una organización política, recibiendo una contundente confirmación de repudio  popular cuando convocó a un mitin del nuevo “Movimiento Independiente”. Pese al reparto de monedas y butifarras al viejo estilo, un revés rotundo y lastimoso ahogó la pretensión.

Dolido Beltrán se retiró a su redacción para contemplar de lejos los procesos eleccionarios y participar sólo en las manipulaciones. Juega con las veleidades del candidato Belaunde Terry y organiza sus baterías para defender con ahínco a la International Petroleum.

Cuando años más tarde Belaunde anunció el pacto con la International La Prensa saludó jubilosamente el tratado que sumió en la consternación a la opinión pública y luego desató franca e indignada protesta. Al estallar el escándalo de la página 11, aquella hoja que el presidente de la empresa petrolera fiscal denunció como sustraída del legajo del contrato, Beltrán desplegó toda su capacidad editorial para intentar probar que no había fraude.

Pero esta vez el impacto de la noticia rebasó su capacidad de control y fue nuevamente su viejo enemigo El Comercio, el encargado de martillar diariamente con la denuncia del más vergonzoso capítulo de la historia de la International Petroleum en el país, y por supuesto, de sus defensores peruanos.


El golpe militar del 03 de octubre de 1968 sorprendió a Beltrán debatiendo las soluciones fiscales del ministro de Hacienda Manuel Ulloa.

Mito y Verdad de los Diarios de Lima
Juan Gargurevich
Editorial Gráfica Labor
Lima - 1972

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