domingo, 30 de marzo de 2014

Historia del Diario Correo: El Duo Banchero - Villarán

Luis Banchero Rossi vivió casi frenéticamente, inmerso en los negocios, imaginando transacciones, moviendo capitales, tramando y especulando. Y murió también violentamente. Fue asesinado el primer día del año 1972 en un hecho de características misteriosas a la vez que escandalosas dada la fama que tenía. Sólo después de su muerte se filtraron algunos detalles de su corta biografía pues él mismo había querido siempre que su vida privada no trascendiera al gran público que sentía gran curiosidad por conocer a fondo al magnate.

Hijo de italianos inmigrantes nació en la ciudad sureña de Tacna. Fue conocido por su carácter, ánimo, su gordura irreducible y todos lo recuerdan como el simpático “Lulo”.

Decidió estudiar ingeniería química y eligió Trujillo, al norte para hacerlo. Pero necesitaba trabajar pues los negocios de vinos paternos no eran lo suficientemente solventes como para sostenerlo. En poco tiempo se convirtió en un extraordinario vendedor de lubricantes. Sus correrías comerciales lo llevaron a Chimbote y allí descubrió el alucinante mundo de la pesquería. Primero revendía pescado adquirido en los muelles a los propios pescadores y luego se asoció para echar a andar una pequeña y vetusta fábrica de harina de pescado. Finalmente quedó como único dueño de la industria y se lanzó con todo hacia delante.

Ya no abandonó más su posición de primera fila entre los actores del “boom” pesquero. Fueron años de febril apremio por atesorar millones adquiriendo más fábricas, embarcaciones, industrias de diversos tipos, hasta llegar a imponer su voto en el exclusivo cartel de Hamburgo, allí donde el Consorcio Pesquero Peruano logró parte del manejo de los precios de la harina de pescado a nivel mundial.

En los años 60 Luis Banchero Rossi era ya uno de los hombres más ricos del país y era también conocido por su audacia en las inversiones. Con fría astucia capturaba los mejores ejecutivos ofreciendo los más altos sueldos y con la misma naturalidad los despedía si no rendían los frutos esperados. De todos aguardaba lo mismo: que dedicaran todo el tiempo y esfuerzo que el mismo ponía al servicio de los negocios. Habían sido años de trabajo durísimo; era ya tiempo de dedicarse un poco al intelecto, pues entre transacción y transacción quedaba poco tiempo para leer.

A la vez su posición predominante en el seno del mundillo de los pesqueros hacía ya necesaria asumir una posición política que defendiera los cada vez más crecientes intereses. Las posibilidades de subirse al dorado carro oficial oligárquico habían fracasado, según dicen por una malhadada balota negra en el club Nacional.

De otro lado el estado había fijado ya mirada en sus fabulosas ganancias y reclamaba mayores contribuciones. Era el tiempo –calculó- de poseer un órgano de información que, unido a sus amigos parlamentarios, formara un frente pesquero que desbaratara cualquier intento de rozar las cuentas bancarias. Pero Banchero no era un inversionista corriente, al viejo estilo, su periódico tendría que ser, imaginaba entonces,  una catapulta aniquiladora, ágil y centellante dentro del grupo de los hieráticos tradicionales.

Muy pocos saben dónde y cómo conoció al periodista Raúl Villaran Pasquel, hombre de prensa muy conocido a la par por su talento que por su fama de tumultuoso y agresivo. Villaran había obtenido grandes éxitos con el diario Última Hora, la revista Extra, el diario Expreso y otras publicaciones. De lúcida inteligencia aunque extraordinariamente apasionado y voluble a la vez que suspicaz e hipervigilante Villaran fue el hombre que Banchero necesitaba para crear el nuevo imperio que había soñado. Había encontrado un periodista que tenía más imaginación que él.

Al reunirse con el magnate, Villaran esbozó un plan impresionante. Formarían una cadena de diarios que cubrirían toda la República. Primero la conquista de las provincias, luego Lima. De un solo zarpazo aplastarían a los diarios provincianos mediante el expediente de brindar las mejores noticias a través de lo más moderno en medios de comunicación electrónica. Más tarde en Lima se lanzarían al saturado mercado periodístico con un diario que sería copia a la criolla del famoso Bild Zeitung de Alemania Federal.

Luego de una conferencia de prensa en un hotel céntrico y en la que los periodistas escucharan entre asombrados y entusiasmados el plan Villaran, el flamante director de la Empresa Periodística Nacional EPN se abocó de lleno a la tarea de construir el nuevo imperio de Banchero.

Luis Banchero dio un toque romántico a la aventura: escogió Tacna, su ciudad natal, para la aparición del primer diario. Y así en 1961 vio la luz sur. El matutino tacneño escandalizó a los conservadores lugareños por sus noticias sensacionalistas y sus grabados escandalosos. La pacatería tacneña llegó al colmo cuando el propio obispo lazó una furibunda pastoral contra el diario. Naturalmente el anatema no hizo otro efecto que aumentar las ventas.

El equipo de periodistas era de lo mejor que podía conseguirse en el “mercado”. Atraídos por la generosa planilla de EPN, los más talentosos redactores abandonaron en masa las redacciones de los diarios para integrarse a lo que sería, según los planes, el más extraordinario experimento periodístico de la historia del país. Ese equipo editó los primeros ejemplares del sur y luego se trasladó a Piura donde acometió con entusiasmo la tarea de escandalizar a los también conservadores norteños. Allí apareció Correo de Piura. Luego corrieron a fundar Correo de Arequipa haciendo palidecer a los calmosos periodistas mistianos y de allí a Huancayo para cubrir toda la zona del centro.

La red había sido tendida. Afrontaban serios problemas aún no resueltos como el de las comunicaciones y algunos equipos de impresión deficientes por ejemplo. Aunque resolvieron con brillantez otros como el de armar un singular aparato logístico que proveía de papel, grabados, repuestos, etc., a los diarios filiales. Pero las dificultades no fueron obstáculo alguno para que el dúo Villaran – Banchero decidiera por fin asaltar la plaza de Lima con el quinto correo.

El 10 de julio de 1962 los canillitas vocearon el nuevo diario en aparición que había sido precedido de una millonaria publicidad.

En lo que respecta a los efectos previstos en provincias el resultado era dudoso. La cadena no sólo había acabado con la “prensa chica” sino que había causado un efecto contrario de rebote. Luego de los primeros reveses causados por la novedad de los intrusos, los editores provincianos decidieron que era el momento de renovarse a la vez que oponerse firmemente a lo que consideraban violación de fueros sagrados, por ejemplo un latifundista, Juan Pardo Heeren, propietario de una cadena de una docena de diarios decidió defender su coto de Huancayo y Arequipa. En el norte le planteó batalla el diplomático millonario Vicente Cerro Cebrian quien modernizó los equipos de sus periódicos hasta el punto de superar las achacosas rotoplanas de Banchero.

Y en Lima el corte o estilo (fórmula lo llamaba Villaran) no tuvo el impacto imaginado. Si bien es cierto que en poco tiempo se convirtió en el periódico mejor informado de la ciudad, el público no lo acogió con entusiasmo. La combinación de tamaño mayor (estándar) con periodismo de visos sensacionalistas sólo halló como eco frialdad absoluta.

De allí sobrevino lo que sería objeto de un largo debate: o se era serio o frívolo. Banchero prefería la seriedad por razones obvias, las influencias era lo que necesitaba.

Las optimistas proyecciones económicas no se cumplieron y Banchero ajustó las clavijas a su antes generosa cuenta bancaria. Las estrellas periodísticas comenzaron a emigrar lentamente a sus trabajos originales; los gastos crecían (se dice que fueron del orden de los cincuenta millones de soles) y el flamante imperio no rendía los frutos esperados con ansiedad por el directorio de la Sociedad Nacional de Pesquería, algunos de cuyos miembros habían aportado dinero.

Finalmente Raúl Villaran rompió con Banchero, terminado así una siempre agitada sociedad en la que menudeaban los altercados y que terminaban habitualmente con una renovación de aprecio. Pero quizá hubo una riña que fue la final y Villaran abandonó la dirección de Correo.

A pesar del poco éxito económico de la empresa, Banchero podía de hecho ser considerado como un magnate de la prensa. Dominaba cinco diarios en el país y disponía así de un manejo de información que podía ser sabiamente esgrimido en cuestiones políticas. Y así lo entendieron también en altos niveles políticos, especialmente parlamentarios.

Luego de un periodo de transición en el que un periodista aprista ocupó el sillón que dejó Villaran contrataría como director al parlamentario Manuel Ramírez del Villar, quién había sido expulsado del partido Demócrata Cristiano, acusado de íntima relación con los intereses pesqueros.

Entretanto, Villaran presentaba una nueva fórmula a Banchero: Ojo un diario de la mañana de corte vespertino a sólo un sol y con el sensacionalismo que él sabía infundir. Revelando un profundo conocimiento del mercado limeño Villaran editó Ojo para la empresa y sacudió a los “grandes” hasta los cimientos: el periódico fue un éxito total en ventas. Es probable además que fuera un buen negocio pues la inversión era mínima. Y en poco tiempo Ojo se convirtió en el diario más vendido de la ciudad aunque tenía un defecto para sus propietarios. No tenía ninguna influencia ni tampoco valor como pieza en el complicado ajedrez de la estrategia pesquera.

El principal movimiento de esa partida consistía en difundir a través de los diarios –y por supuesto con mayor vehemencia en los Correo- la especie de que el sector pesquero atravesaba serias crisis y que los intereses y economía del país se verían seriamente afectados si descendía la producción de harina de pescado. La principal proveedora de divisas. La táctica había rendido frutos un par de veces. Primero la campaña a modo de colchón, luego la acción de los parlamentarios manejada a través de un auténtico “lobby” y finalmente la obtención de una ley que concedía ventajas tributarias.

Una nueva campaña se planeaba con Luis Banchero, cuando fue súbitamente despertado la madrugada del 03 de octubre de 1968 -¡los militares han tomado palacio! Tronó una voz al otro lado de la línea.


El magnate no contesto y colgó el fono. Pensativo, se dijo íntimamente: pues... Habrá que comenzar de nuevo.

Fuente:
Mito y Verdad de los Diarios de Lima
Juan Gargurevich
Editorial Gráfica Labor
Lima - 1972

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