Luis Banchero Rossi vivió casi frenéticamente,
inmerso en los negocios, imaginando transacciones, moviendo capitales, tramando
y especulando. Y murió también violentamente. Fue asesinado el primer día del
año 1972 en un hecho de características misteriosas a la vez que escandalosas
dada la fama que tenía. Sólo después de su muerte se filtraron algunos detalles
de su corta biografía pues él mismo había querido siempre que su vida privada
no trascendiera al gran público que sentía gran curiosidad por conocer a fondo
al magnate.
Hijo de italianos inmigrantes nació en la ciudad
sureña de Tacna. Fue conocido por su carácter, ánimo, su gordura irreducible y
todos lo recuerdan como el simpático “Lulo”.
Decidió estudiar ingeniería química y eligió
Trujillo, al norte para hacerlo. Pero necesitaba trabajar pues los negocios de
vinos paternos no eran lo suficientemente solventes como para sostenerlo. En poco
tiempo se convirtió en un extraordinario vendedor de lubricantes. Sus correrías
comerciales lo llevaron a Chimbote y allí descubrió el alucinante mundo de la
pesquería. Primero revendía pescado adquirido en los muelles a los propios
pescadores y luego se asoció para echar a andar una pequeña y vetusta fábrica
de harina de pescado. Finalmente quedó como único dueño de la industria y se
lanzó con todo hacia delante.
Ya no abandonó más su posición de primera fila entre
los actores del “boom” pesquero. Fueron años de febril apremio por atesorar
millones adquiriendo más fábricas, embarcaciones, industrias de diversos tipos,
hasta llegar a imponer su voto en el exclusivo cartel de Hamburgo, allí donde
el Consorcio Pesquero Peruano logró parte del manejo de los precios de la harina
de pescado a nivel mundial.
En los años 60 Luis Banchero Rossi era ya uno de los
hombres más ricos del país y era también conocido por su audacia en las
inversiones. Con fría astucia capturaba los mejores ejecutivos ofreciendo los
más altos sueldos y con la misma naturalidad los despedía si no rendían los
frutos esperados. De todos aguardaba lo mismo: que dedicaran todo el tiempo y
esfuerzo que el mismo ponía al servicio de los negocios. Habían sido años de
trabajo durísimo; era ya tiempo de dedicarse un poco al intelecto, pues entre
transacción y transacción quedaba poco tiempo para leer.
A la vez su posición predominante en el seno del
mundillo de los pesqueros hacía ya necesaria asumir una posición política que
defendiera los cada vez más crecientes intereses. Las posibilidades de subirse
al dorado carro oficial oligárquico habían fracasado, según dicen por una
malhadada balota negra en el club Nacional.
De otro lado el estado había fijado ya mirada en sus
fabulosas ganancias y reclamaba mayores contribuciones. Era el tiempo –calculó-
de poseer un órgano de información que, unido a sus amigos parlamentarios,
formara un frente pesquero que desbaratara cualquier intento de rozar las
cuentas bancarias. Pero Banchero no era un inversionista corriente, al viejo
estilo, su periódico tendría que ser, imaginaba entonces, una catapulta aniquiladora, ágil y
centellante dentro del grupo de los hieráticos tradicionales.
Muy pocos saben dónde y cómo conoció al periodista
Raúl Villaran Pasquel, hombre de prensa muy conocido a la par por su talento
que por su fama de tumultuoso y agresivo. Villaran había obtenido grandes
éxitos con el diario Última Hora, la revista Extra, el diario Expreso y otras
publicaciones. De lúcida inteligencia aunque extraordinariamente apasionado y
voluble a la vez que suspicaz e hipervigilante Villaran fue el hombre que
Banchero necesitaba para crear el nuevo imperio que había soñado. Había
encontrado un periodista que tenía más imaginación que él.
Al reunirse con el magnate, Villaran esbozó un plan
impresionante. Formarían una cadena de diarios que cubrirían toda la República.
Primero la conquista de las provincias, luego Lima. De un solo zarpazo
aplastarían a los diarios provincianos mediante el expediente de brindar las mejores
noticias a través de lo más moderno en medios de comunicación electrónica. Más
tarde en Lima se lanzarían al saturado mercado periodístico con un diario que
sería copia a la criolla del famoso Bild Zeitung de Alemania Federal.
Luego de una conferencia de prensa en un hotel
céntrico y en la que los periodistas escucharan entre asombrados y
entusiasmados el plan Villaran, el flamante director de la Empresa Periodística
Nacional EPN se abocó de lleno a la tarea de construir el nuevo imperio de
Banchero.
Luis Banchero dio un toque romántico a la aventura:
escogió Tacna, su ciudad natal, para la aparición del primer diario. Y así en
1961 vio la luz sur. El matutino tacneño escandalizó a los conservadores
lugareños por sus noticias sensacionalistas y sus grabados escandalosos. La
pacatería tacneña llegó al colmo cuando el propio obispo lazó una furibunda
pastoral contra el diario. Naturalmente el anatema no hizo otro efecto que
aumentar las ventas.
El equipo de periodistas era de lo mejor que podía
conseguirse en el “mercado”. Atraídos por la generosa planilla de EPN, los más
talentosos redactores abandonaron en masa las redacciones de los diarios para
integrarse a lo que sería, según los planes, el más extraordinario experimento
periodístico de la historia del país. Ese equipo editó los primeros ejemplares
del sur y luego se trasladó a Piura donde acometió con entusiasmo la tarea de
escandalizar a los también conservadores norteños. Allí apareció Correo de
Piura. Luego corrieron a fundar Correo de Arequipa haciendo palidecer a los
calmosos periodistas mistianos y de allí a Huancayo para cubrir toda la zona
del centro.
La red había sido tendida. Afrontaban serios
problemas aún no resueltos como el de las comunicaciones y algunos equipos de
impresión deficientes por ejemplo. Aunque resolvieron con brillantez otros como
el de armar un singular aparato logístico que proveía de papel, grabados,
repuestos, etc., a los diarios filiales. Pero las dificultades no fueron
obstáculo alguno para que el dúo Villaran – Banchero decidiera por fin asaltar
la plaza de Lima con el quinto correo.
El 10 de julio de 1962 los canillitas vocearon el
nuevo diario en aparición que había sido precedido de una millonaria
publicidad.
En lo que respecta a los efectos previstos en
provincias el resultado era dudoso. La cadena no sólo había acabado con la
“prensa chica” sino que había causado un efecto contrario de rebote. Luego de
los primeros reveses causados por la novedad de los intrusos, los editores
provincianos decidieron que era el momento de renovarse a la vez que oponerse
firmemente a lo que consideraban violación de fueros sagrados, por ejemplo un
latifundista, Juan Pardo Heeren, propietario de una cadena de una docena de
diarios decidió defender su coto de Huancayo y Arequipa. En el norte le planteó
batalla el diplomático millonario Vicente Cerro Cebrian quien modernizó los
equipos de sus periódicos hasta el punto de superar las achacosas rotoplanas de
Banchero.
Y en Lima el corte o estilo (fórmula lo llamaba
Villaran) no tuvo el impacto imaginado. Si bien es cierto que en poco tiempo se
convirtió en el periódico mejor informado de la ciudad, el público no lo acogió
con entusiasmo. La combinación de tamaño mayor (estándar) con periodismo de
visos sensacionalistas sólo halló como eco frialdad absoluta.
De allí sobrevino lo que sería objeto de un largo
debate: o se era serio o frívolo. Banchero prefería la seriedad por razones
obvias, las influencias era lo que necesitaba.
Las optimistas proyecciones económicas no se
cumplieron y Banchero ajustó las clavijas a su antes generosa cuenta bancaria.
Las estrellas periodísticas comenzaron a emigrar lentamente a sus trabajos
originales; los gastos crecían (se dice que fueron del orden de los cincuenta
millones de soles) y el flamante imperio no rendía los frutos esperados con
ansiedad por el directorio de la Sociedad Nacional de Pesquería, algunos de
cuyos miembros habían aportado dinero.
Finalmente Raúl Villaran rompió con Banchero,
terminado así una siempre agitada sociedad en la que menudeaban los altercados
y que terminaban habitualmente con una renovación de aprecio. Pero quizá hubo
una riña que fue la final y Villaran abandonó la dirección de Correo.
A pesar del poco éxito económico de la empresa,
Banchero podía de hecho ser considerado como un magnate de la prensa. Dominaba
cinco diarios en el país y disponía así de un manejo de información que podía
ser sabiamente esgrimido en cuestiones políticas. Y así lo entendieron también
en altos niveles políticos, especialmente parlamentarios.
Luego de un periodo de transición en el que un
periodista aprista ocupó el sillón que dejó Villaran contrataría como director
al parlamentario Manuel Ramírez del Villar, quién había sido expulsado del
partido Demócrata Cristiano, acusado de íntima relación con los intereses
pesqueros.
Entretanto, Villaran presentaba una nueva fórmula a
Banchero: Ojo un diario de la mañana de corte vespertino a sólo un sol y con el
sensacionalismo que él sabía infundir. Revelando un profundo conocimiento del
mercado limeño Villaran editó Ojo para la empresa y sacudió a los “grandes”
hasta los cimientos: el periódico fue un éxito total en ventas. Es probable
además que fuera un buen negocio pues la inversión era mínima. Y en poco tiempo
Ojo se convirtió en el diario más vendido de la ciudad aunque tenía un defecto
para sus propietarios. No tenía ninguna influencia ni tampoco valor como pieza
en el complicado ajedrez de la estrategia pesquera.
El principal movimiento de esa partida consistía en
difundir a través de los diarios –y por supuesto con mayor vehemencia en los
Correo- la especie de que el sector pesquero atravesaba serias crisis y que los
intereses y economía del país se verían seriamente afectados si descendía la
producción de harina de pescado. La principal proveedora de divisas. La táctica
había rendido frutos un par de veces. Primero la campaña a modo de colchón,
luego la acción de los parlamentarios manejada a través de un auténtico “lobby”
y finalmente la obtención de una ley que concedía ventajas tributarias.
Una nueva campaña se planeaba con Luis Banchero,
cuando fue súbitamente despertado la madrugada del 03 de octubre de 1968 -¡los
militares han tomado palacio! Tronó una voz al otro lado de la línea.
El magnate no contesto y colgó el fono. Pensativo,
se dijo íntimamente: pues... Habrá que comenzar de nuevo.
Fuente:
Mito y Verdad de los Diarios de Lima
Juan Gargurevich
Editorial Gráfica Labor
Lima - 1972
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